07/11/2018 / Exitosa Noticias / Actualidad / Actualizado al 09/01/2023
Matar para vivir. Matar para ganar. En esas dos frases se resume el argumento de la famosa película Los juegos del hambre, que sin imaginarlo estamos viviéndolo en carne propia.
Si nos imaginamos la película, podemos ver a una Keiko Fujimori tensando su arco alistando un certero disparo de flecha a la espalda del presidente Vizcarra, que logra esconderse astutamente entre la maraña del terreno político para sobrevivir a la cacería montada por las huestes naranjas, que lograron destruir al predecesor del amo de Palacio de Gobierno: Kuczynski, quien ahora luce tendido al borde del acantilado, rodeado de aves de carroña que solo confirman su deceso político.
Y mientras los participantes procuran sobrevivir a la persecución del oponente, millones de televidentes sintonizan el minuto a minuto de la transmisión. Esto es aprovechado por un astuto Vizcarra, que engatusa a la audiencia con su rol de caudillo político dispuesto a acabar con la nación naranja, una de las más numerosas y abusadoras de todo derecho.Y en medio del feroz enfrentamiento, emerge otro competidor: el fiscal Pedro Chávarry, que para sobrevivir tendrá que hacer lo mismo que todos: matar. Él no va con arco y flecha, usa una moderna ballesta de gran precisión, que no duda en usarla contra Vizcarra, dejándolo con una herida la pierna que lo imposibilita caminar tranquilo, tras revelar actos de corrupción en su periodo de ministro de Estado.
Lo hecho por Chávarry divide a los televidentes. Quienes lo apoyan, aplauden su ataque contra el presidente; quienes lo repudian, consideran que pertenece a la nación naranja, por lo que piden a gritos que lo liquiden, empezando una persecución en su contra dentro y fuera del juego. Keiko, por su parte, está herida de muerte, sorpresivamente fue traicionada por miembros de su propia nación que luchan por librarse de su opresión.Con la corrupción sangrando por su pierna, Vizcarra ahora debe negar un supuesto plan de golpe contra el juego, revelado por un viejo competidor que vaga entre el bosque como alma en pena. Lo acusa de trampa y logra distraerlo; esto es aprovechado por el fiscal de la Nación, que asesta otro ataque con una denuncia constitucional que deja al presidente con una herida abierta en el pecho.Y mientras los competidores se acaban entre sí, los televidentes no han caído en cuenta que los únicos perdedores son ellos. De tanto andar distraídos o apoyando a un bando, no se percataron de la devastación social y moral en la que se encuentran, y que les tomará muchos años superar.
Bienvenidos a los juegos del hambre.