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OPINIÓN | Carlos Jaico: "Señales de alerta de una democracia en peligro"

con21
30-01-2020

Según el artículo 35 de la Constitución Política del Estado, los ciudadanos pueden ejercer sus derechos individualmente o a través de organizaciones políticas como partidos, movimientos o alianzas. Tales organizaciones concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular. Esta ficción jurídica refleja el pensamiento del siglo XIX, según el cual, la “voluntad nacional” se ve plasmada en partidos que se legitiman por el voto popular.

El partido refleja una visión de país, a la cual sus seguidores adhieren. Pero, ¿qué pasa cuando el partido y sus elegidos no representan más esta voluntad? El elector va a migrar hacia otros horizontes políticos, dispersando su voto como reflejo del hartazgo social y la necesidad del momento. Como consecuencia, el elector buscará soluciones rápidas a problemas que le afectan concretamente: justicia, inseguridad, economía, salud, educación, corrupción o ausencia de valores en la política.

Sucedió luego del primer gobierno de Alan García y el país cayó en manos de Alberto Fujimori, quien al fugarse trajo al que se consideraba mal menor, Alejandro Toledo. Ninguno de los citados representaba una visión de país, solo soluciones superficiales e ideas sueltas que encontraban eco en una población ansiosa de cambios. Es allí donde la estabilidad institucional del país se jugó haciendo resurgir los extremismos, tanto de derecha como de izquierda.

Y nos fue peor con la llegada de Alan García quien abrió la puerta a la pareja Humala-Heredia y a los herederos del fujimorismo en el Congreso. Sin valla electoral y luego de estas elecciones legislativas, volvemos a la misma situación, con una variante: sin representatividad, los partidos políticos -gran parte plagados de corrupción-, no reflejan una visión de país y es el elector quien impone las propuestas. Así, votando por lo que más necesita, el elector disperso ha atomizado la representación congresal, poniendo los temas de la agenda nacional entre los extremos de Antauro Humala y el Frepap.

En suma, la situación en el Perú hace que los partidos políticos propongan lo que la necesidad popular exige. De esta masa confusa, ¿se pueden lograr consensos para darle direccionalidad al país? El riesgo de esta situación es que las acciones políticas estén más ligadas a la circunstancia social, donde prime la emocionalidad, más que a la razón o a una visión de país. De cara al 2021, queda poco tiempo para mejorar nuestras opciones políticas porque hoy, la existencia de múltiples bancadas en el Congreso neutraliza proyectos legislativos extremos. Pero, ¿qué sería si estas opciones políticas llegarían al gobierno?

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