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OPINIÓN | Eduardo González Viaña: "Covadonga, palabra poderosa"

"La madre Covadonga llegó al Perú en 1947. Radicó en Ayacucho, y nunca quiso dejar estas tierras a pesar del infernal conflicto armado que aquí se desarrollara".
Gonzalez-Viaña-covadonga
19-05-2021

Covadonga es la palabra más poderosa de España. En el lugar de ese nombre, el asturiano Pelayo a la cabeza de unos cientos de locos y esforzados guerreros derrotó al más poderoso ejército del mundo, 200 mil hombres, en el año 722, y de esa manera impidió que la avanzada musulmana se apoderara de toda la península y amenazara Europa. Viví en Asturias un par de años. Mis amigos de allá solían decir: “Esto es España. El resto es tierra reconquistada”.

Covadonga es por eso el nombre que los asturianos dan a la Virgen María y el que recibió María Estrella del Carmen Valcárcel al tomar el hábito de monja en honor a la patrona de Asturias.

La madre Covadonga llegó al Perú en 1947. Radicó en Ayacucho, y nunca quiso dejar estas tierras a pesar del infernal conflicto armado que aquí se desarrollara. En esas circunstancias, puso su corazón en la defensa de quienes más lo requerían. La gente del pueblo estaba hundida en el horror de una guerra en la que no tenía puerta que tocar. La madre socorrió a los presos, a los deudos, a los desplazados de sus tierras.

Un dossier del premio Príncipe de Asturias de España cuenta quién era ella:

“...cuando los internos del penal de Yanamilla hicieron un motín para protestar por el cambio de sus horarios de trabajo, decenas de militares rodearon el recinto armado con ametralladoras de largo alcance. La madre corrió hacia la zona y encontró a los soldados a punto de disparar contra los reos.

Sin titubear, se plantó frente a las armas y con los brazos abiertos exclamó” ¡No por favor! ¡Paz!”

De esa manera impidió lo que iba a ser una masacre. La Defensoría del Pueblo la condecoró por eso, y casi todos los diarios de Lima la recuerdan hoy porque acaba de fallecer a los 96 años de edad.

Como Pilar Coll, Diana Ávila, Hubert Lanssiers, la madre Covadonga puso amor entre dos irracionalidades. No puede decirse que la suya fuera la posición de la iglesia, porque en ese tiempo, el obispo Cipriani de Ayacucho echaba de su parroquia a quienes le solicitaban socorro.

La madre Valcárcel dice a EFE que en el hospital y la morgue de Ayacucho encontró piernas, cabezas y cadáveres, y se preguntó por qué estaba allí. Ahora, allá arriba Alguien se lo debe estar diciendo.

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