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OPINIÓN | Eduardo González Viaña: Un curso perverso

No te pierdas la columna de Eduardo González Viaña.
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08-11-2022

Cuando Franco -armado por Hitler- se rebeló contra la democracia española, la primera víctima del gobierno militar de Tenerife fue un masón a quien encontraron en el Templo Masónico de Santa Cruz. Sin hacerle pregunta alguna, le descerrajaron un balazo en el cráneo y fueron a buscar más masones.

Había entonces en España 4 mil 500 masones, pero fusilaron a 8 mil sospechosos de serlo y procesaron y metieron en las cárceles a unos 60 mil que parecían masones, judíos o comunistas por ser profesores universitarios, bibliotecarios, sindicalistas o simplemente aficionados a la lectura.

En cumplimiento de la Ley de la Memoria Histórica, ayer se fue a un cementerio común el casi canonizado general cuyo cuerpo ocupaba sitio en una basílica. Era el perverso general Queipo del Llano quien al ocupar Sevilla ordenó a sus soldados violar a todas las mujeres para mostrar la “hombría” de los fascistas.

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En los países civilizados que han sufrido tiranías, algo se intenta para sepultar el recuerdo de la infamia. Sin embargo, en el Perú el partido fujimorista ha propuesto y logrado la aprobación de un curso de “Historia del Terrorismo en el Perú”, obligatorio para nuestros escolares.

¿Qué van a enseñar? ¿Terrorismo de estado? ¿Y quiénes van a impartir este curso obligatorio? ¿Fujimori y los suyos?

El documento aprobado no menciona las violaciones contra los derechos humanos cometidas también por las Fuerzas Armadas o grupos paramilitares por encargo del terrorista Alberto Fujimori.

Según señala en “La República” el historiador José Ragas, estamos frente a un proyecto de ley sesgado. “Busca imponer un discurso que favorezca al fujimorismo y a la extrema derecha.

Hemos vivido durante el siglo pasado el espanto sin fin de una guerra étnica. A la violencia surgida en el campo, Fujimori impuso, con el terrorismo de Estado, una guerra de tierra arrasada, pueblos borrados del mapa, cuarteles convertidos en cementerios y grupos impunes encargados de las muertes selectivas.

Embistiendo contra el Perú andino, la guerra étnica de Fujimori no sólo mató personas. Mató también el amor y el respeto por la vida. En las palabras de su capellán, convirtió los derechos humanos en una “cojudez”. Exterminó del espíritu juvenil las ideas de sacrificio y de filantropía. Al resto del Perú lo convirtió en testigo pasivo de una sangrienta infamia.

No, por favor. Bastante perverso es el mundo que nuestros jóvenes encuentran hoy. No les enseñemos cómo hacerlo maldito.

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