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OPINIÓN | Eduardo González Viaña: "Juan Enrique, un héroe en las calles"

"Él y su esposa Lucy Borja fueron padre y madre de miles de niños de las calles a quienes dieron, además de un techo, educación y, sobre todo, amor".
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14-10-2020

Si digo que mi amigo Juan Enrique Bazán, fallecido la semana pasada, tuvo alrededor de cien hijos, me quedo corto.

Además de sus hijos de sangre, él y su esposa Lucy Borja fueron padre y madre de miles de niños de las calles a quienes dieron, además de un techo, educación y, sobre todo, amor.

Hace más de 30 años, esta pareja descubrió que su amor no estaba completo si no incluía en él a los niños que la sociedad y el Estado olvidan y excluyen. Ambos eran científicos sociales, pero no los buscaron para hacer un frío trabajo académico sino para vivir con ellos e incluirlos en su destino. JEB ha fallecido cuando era catedrático de Ciencias Sociales en San Marcos.

Nuestro país tiene 7 millones de niños. El 39.4 por ciento de ellos proviene de hogares en extrema miseria. Algunos permanecen en casa, otros van a las calles para guarecerse en casas abandonadas, calles en ruinas y otros refugios colectivos. Son las víctimas de un sistema que solo causa el holocausto social.

Aunque la acción gubernamental no se extiende hacia todo el problema, existen algunas organizaciones públicas y privadas que lo asumen. “Generación”- la que fundaron Lucy y Juan Enrique- es una de ellas.

Ellos debían tener una casa de acogida que fue la Escuela Nueva Generación y asumir el trabajo de salud, principalmente en salud mental, y para ello contaban con psicólogos comprometidos con la condición humana.

La casa de acogida tenía tres sedes, una en Magdalena, la segunda en Rímac; y la tercera en San Miguel (con una panadería y pastelería). Esas casas no eran cárceles ni reformatorios. Por el contrario, eran espacios con las puertas abiertas donde primaba la libertad.

Hace un año escribí el prólogo de un libro que conmemora los 30 años de Generación y, para ello, entrevisté a algunos de sus “niños” (muchos son ahora profesionales) a quienes pregunté sobre su antigua experiencia de vivir en la calle.

“No sabíamos qué nos esperaba mañana. No teníamos nada seguro.”- me dijo uno. Otro agregó: “Un día podíamos estar vivos. Otro día, muertos”

En el Perú de nuestros días, quienes aspiran a hacer “política” se inscriben en algún partido sin ideología y negocian una candidatura. Juan Enrique, Lucy y sus compañeros entendieron, desde jóvenes, que para cambiar al Perú hay que ser un santo y un héroe. En gente como ellos creo yo.