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OPINIÓN | Julio Schiappa: DBA no puede gobernar

No te pierdas la columna de Julio Schiappa, consultor político.
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08-11-2022

Alentados por el entusiasmo juvenil de Lucas Ghersi y la senilidad taimada de los reconstructores del APRA, la derecha cree que llegó su hora. La última marcha que tuvo 9.884 participantes, según un servicio de inteligencia, ha servido para creer que su paso al poder es cuestión de días. Pienso que la derecha no puede gobernar. Basta leer el perfil político de sus dos principales líderes y veremos las serias limitaciones que tienen para entender la sociedad peruana.

El riesgo más grave para el Perú no es caer en manos del impredecible Antauro sino en las de la DBA. No pueden gobernar el Perú. Primero porque no entienden el país; segundo, porque lo juzgan con una sociología mítica y religiosa; tercero, porque el Pensamiento Willax hundiría al Perú en un desorden de varios años porque todos los conflictos del país del interior se quedarían sin representantes políticos y emocionales, activando confrontaciones en las zonas donde Castillo sigue siendo el representante de los pobres.

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Empecemos con Porky. El alcalde electo de Lima no ganó las elecciones para hacer una gestión a favor de la ciudad, sino como la plataforma necesaria para asaltar al poder en una elección basada en la vacancia. Ciertamente, nuestro alcalde tiene, además, un límite para ver el futuro por su dogmatismo político y religioso de origen franquista y característico del Opus Dei. La religión nunca es un obstáculo para participar en política, salvo cuando condiciona la gestión del Estado a un modelo teocrático. El fundamentalismo religioso, católico o evangélico pone en peligro la democracia por su arcaísmo que busca imponer una sola moral en una sociedad laica. Y cuando se une a la personalidad del líder providencial, que eso se jura el alcalde electo, no prima la razón sino la inspiración, el conocimiento empírico y no el científico, el mercantilismo y no el mercado inclusivo.

Por otro lado, un militar que tiene el legado de la guerra sucia y un ligero barniz democrático, no puede entender el país si sigue defendiendo lo que él y sus compañeros hicieron en Putis. Tampoco el valor de la negociación y el consenso, junto con el ejercicio del poder democrático, como valores básicos que deben unir al país a través de las instituciones.

En conclusión, ni Ghersi Junior ha dejado de ser un pejerrey ni sus amigos del APRA han superado el rechazo que hay a los tiburones, por haber logrado una marcha aceptable el 5 de noviembre.

Hasta ahora las casas de apuestas dicen que Castillo se queda porque pejerreyes y tiburones unidos no siguen una buena estrategia para tumbarlo.Veremos.

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