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OPINIÓN | Nicolás Lúcar: conversación en Curitiba

Erasmo Reyna se acerca directamente a Jorge Barata en silencio. No le habla, lo conmina, lo invoca y en algún momento parece rogarle que no inculpe a Alan García.
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25-04-2019

Fue cinematográfico.

Terminaba la declaración de Jorge Barata del martes 23. De pronto ocurrió algo inesperado.

Erasmo Reyna , abogado de Alan García hasta su suicidio y presente como abogado del Partido Aprista, atraviesa la sala de audiencias de la Procuraduría de Curitiba, se acerca directamente a Jorge Barata, le da la mano y sin soltarlo le habla. No, no le habla, lo conmina, lo invoca y en algún momento parece rogarle a Barata que no inculpe a Alan García.

“Señor Barata. El señor García le tenía mucho respeto a usted”, le dice mirándolo a los ojos.

Barata sorprendido pregunta “¿Perdón?”

“El doctor García le tenía mucho respeto”, insiste Reyna.

Sintiendo la presión de la mano regordeta del abogado, Barata contesta, “y yo a él, y yo a él. Respeto y admiración“. Pero no logra librarse de la mano de Reyna, ni de su mirada fulminante.

Reyna se emociona, o trata de parecerlo, “es una pena lo que ha pasado con él” y fulmina a Barata recordándole lo que debería decir según el libreto que el propio García imaginó antes de meterse un balazo en la cabeza: “usted sabe que él nunca le pidió algún favor”. Podría haber dicho, usted sabe lo que le toca decir.

Barata quiere salir de ahí, pero no puede, está paralizado. “Yo sé”, balbucea.

Reyna detecta la mezcla de miedo y conmoción de Barata y pasa al ataque: “Nunca le pidió ningún favor. Él es una víctima de todo esto”. Barata vuelve a decir “Yo sé”.

Entonces, Reyna dispara al corazón. “Soy su amigo de él, soy su hermano, soy su abogado. Una pena señor. Estoy guardando mi dolor en el proceso”, y vuelve al ataque casi amenazante, “espero que hable usted con la verdad”.

Entonces Barata se equivoca y dice “Ese es mi compromiso“(¿decir lo que usted me dice que debo decir?) Pero se da cuenta y corrige “Mi compromiso con la verdad. Y él sabe eso“. (pregunta ¿cómo podía saber Alan lo que Barata iba a decir?) y termina diciéndole a Reyna lo que él quería oír: “Él nunca me pidió nada y eso es lo que voy a decir”.

Reyna se siente ganador, para eso fue a Brasil, para recordarle a Barata lo que parece en algún momento fue un compromiso. “Listo señor y agradezco, gracias”. Me ha dicho usted lo que quiera escuchar, le faltó agregar.

El abogado vuelve al sentimiento “Estoy aguantando mi dolor en el proceso. Se mató. Yo he llegado a su casa, me he encontrado con un charco de sangre. Lo he visto en los últimos minutos de su vida. Era como un hermano mayor para mí”.

Barata trata de bajar la tensión “yo no entiendo por qué sabiendo él lo que hizo, llegó a este punto”.

Reyna lo interrumpe “No quería que lo vieran como querían verlo, señor, esposado...”

Barata insiste, “él más que nadie sabía de eso que estoy diciéndole aquí“.

Todos en la sala los miran, son de pronto el centro de la atención.

Reyna le recuerda a Barata su compromiso, para que no lo olvide: “él nunca le pidió ningún favor”, y Barata repite “Nunca me pidió, nunca me pidió, nunca lo pidió“.

El abogado Erasmo Reyna sale de la sala pensando que ha logrado su objetivo. Tiene grabado a Barata diciendo lo que él quiere que diga, pero no se da cuenta que es obvio que lo está presionando.

Barata sabe que no puede mentir, tiene que escoger entre cumplir un compromiso de protección a Alan García (que habría que saber cuándo y cómo adquirió) o decir la verdad completa. Si una sola mentira suya es descubierta, la cárcel en Brasil es lo que le espera y la pérdida de todos sus bienes.

La conversación-compromiso de Barata y Reyna fue el martes. El miércoles Barata, tras una noche que debe haber sido especialmente larga y de hablar con su abogado, empezó a contarlo todo.

“Nava y Atala eran los Maiman de Alan García“, dijo entre otras cosas.

La suerte está echada. La justicia ya no puede juzgarlo, pero la historia no lo absolverá.