Columnistas

OPINIÓN | Rubén Quiroz: "Lxs directorxs"

direct
27-12-2019

La dirección teatral encarna la visión de la puesta. La interpretación del guion, aquí, en manos de quien dirige puede ser una sublime lectura o un bodrio. Es la mano que mece la cuna. Un mal director puede hacer trizas el texto, aniquilar al talento actoral y colocar pura chabacanería en el contexto. Pasa todo lo contrario con una adecuada dirección. El buen director(a) saca lo mejor de cada actor y actriz, llevándolos a maximizar sus virtudes. Hace que el texto sea parte de una orquestación escénica, marcada por la precisión, el posicionamiento ideológico también y una honda preocupación por la estética.

Sigo fascinado por la propuesta de la dramaturga y directora Alejandra Vieira, que con Este lugar no existe, logró vincular una temática social invisibilizada con una puesta exquisita a pesar de su dureza. Tenemos aquí a una directora simplemente brillante, inteligente en plasmar lo que quiere y con un manejo de actores correcta. Además, como escritora tiene un canal perfecto en el teatro. Esa ruta de establecer puentes con nuestras oscuridades nacionales y el despliegue en tablas, tiene en ella un futuro expectante. Otro joven in crescendo, el mejor heredero de Diego La Hoz, ese coqueto y talentosísimo director, es Karlos López Rentería. En Horizonte de evento, fue implacable con el espectador. Una y otra vez inmisericorde con un generoso despliegue de energía actoral y, fundamentalmente, en la propia concepción de la obra. Es decir, sin remilgos ni pudor, un planteamiento valiente y que, a mi parecer, define lo que debe ser una forma, un camino, del teatro peruano contemporáneo.

En La habitación azul, Mateo Chiarella reafirma lo buen director que es. Con una Andrea Luna en estado de gracia, la propuesta de Chiarella es magnífica en el melodrama, aunque sutil, marcado. Está alcanzando niveles magistrales y una autonomía importante en crear su propia personalidad como director, más allá de la gloriosa familia teatral de la cual bebe y procede. Sería interesante verlo con un drama nacional igual de intenso. Leo Cubas Ruiz es una promesa que hay que atender. Sus indicios se están viendo ya. Con La obra que nunca pensamos hacer, da un aire fresco, una intencionalidad juguetona, agradable y a la vez reflexiva de nuestra movida teatral.

Rodrigo Falla Broussett ha nacido para dirigir comedia. En Un amor como el nuestro, la risa profunda, la carcajada que ilumina y da catarsis, nos brota. Una comedia extraordinariamente manejada con esa exploración irónica, en las claves liberadoras de un tema que nos enrostra las limitaciones de las que estamos confeccionados. Falla propone un ritmo y velocidad a la puesta que uno mismo acaba felizmente agotado, complacido, agradecido. Fernando Castro y Sammy Zamalloa forman un dúo de polendas. En Cómo criar dinosaurios rojos, el lenguaje poético está al servicio de los dramas de la crianza, de las relaciones inasibles. Además, estos directores han acordado que sus propuestas (cuando hay dos directores es complejo) se lleven a cabo. Es buen trabajo en equipo que, espero, continúe.

Hay, siempre, otras sugerentes propuestas de dirección, que merecen describirlas. En todo caso, la dirección teatral peruana joven es todo un giro parricida.