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OPINIÓN | Carlos Jaico: El alma de los grandes hombres

No te pierdas la columna de Carlos Jaico, jurista internacional
12-05-2022

Un día de invierno del 2007 en Ginebra, salí a buscar algo de comer en la panadería de la esquina de mi oficina. Mientras esperaba en la fila, delante de mí pude percibir a Kofi Annan. Vestía un saco largo envuelto en una chalina y acompañaba a su esposa. Volteó a mirar y al verme detrás me dijo “si deseas, puedes pasar adelante. Ya estoy retirado y tú pareces tener prisa”.

Él sabía que quienes buscábamos un sándwich al mediodía, era porque estábamos con el tiempo justo. Le dije que muchas gracias, pero que prefería esperar. Se sentó con su esposa a disfrutar de su almuerzo. Al salir y pasar por su lado premunido de mi sándwich, me despedí, a lo cual respondió con una frase que hasta hoy recuerdo: “Éxitos en tu trabajo, y que sobre todo tengas una buena vida.”

Al salir pensé en la importancia de esta frase no solo por la profundidad de la misma sino por venir del ex secretario general de la Organización de Naciones Unidas y premio Nobel de la Paz. Sócrates en la “Apología” que le escribiera Platón, decía que es el alma de cada uno, en el estado en que se encuentre, el que supera con creces a todos los demás valores. Según Sócrates, la salud del alma depende de la capacidad de cada persona para comprender, explicar, decidir y sustentar mediante razonamientos y análisis nuestros propios valores y convicciones, como fundamento de nuestra virtud.

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Porque, siempre según Sócrates, la virtud no viene de las riquezas, sino por el contrario, las riquezas vienen de la virtud. Esta virtud la demostraba Kofi Annan, y su humildad de hombre realmente grande. Desde lo alto de su experiencia, dejaba entrever a un joven jurista la importancia de la salud de su alma; aquella que, pese a los apuros de la vida, debe albergar la capacidad de comprender, explicar y justificar sus valores y compromisos.

Porque la finalidad de esta vida es tener como guía la preocupación ética de poner en coherencia nuestras ideas con nuestra existencia. Nuestra visión con nuestra misión. Nuestros pasos con nuestro caminar. Su despedida deslizaba la idea que tener una “buena vida”, era seguir el camino que nos pueda llevar a ser mejores cada día.

A superar lo cotidiano por más difícil que se vea, a corregir errores, a escuchar a la humanidad y percibir el mundo. A pensar en el legado que deberemos dejar, como parte de la trascendencia de la vida.

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