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OPINIÓN | Giancarla Di Laura Morales: Heraud, estrella de cine

Partamos de una observación fundamental: El viaje de Javier Heraud no es un documental histórico, sino de claras intenciones artísticas y poéticas.
heraud
01-09-2019

Por Giancarla Di Laura Morales / investigadora y critica cultural.

Partamos de una observa­ción fundamental: El viaje de Javier Heraud no es un do­cumental histórico, sino de claras intenciones artísticas y poéticas. La última produc­ción del talentoso cineasta Javier Corcuera confirma sus dotes como profesional del género (que ya cuenta con notables películas como Sigo siendo y La espalda del mundo, entre otras). Recla­marle mayor información histórica o política sobre el héroe y poeta Javier Heraud es reducir el género del do­cumental a su tradicional papel de informativo perio­dístico o, en el mejor de los casos, académico.

Por el contrario, lo que Corcuera ha buscado es la construcción poética, en clave elegiaca, de la figura del autor de El río y otros libros que anunciaron a Javier He­raud como una de las voces más talentosas de lo que con el tiempo se convertiría en la generación del 68. Como sa­bemos, su decisión de luchar por un mundo mejor lo hizo enlistarse consciente y decidi­damente en las guerrillas que en ese momento encarnaban la esperanza de un cambio ra­dical en una sociedad latifun­dista y sórdidamente neocolo­nial como la peruana. Heraud fue asesinado el 15 de mayo de 1963 por los pobladores de Ma­dre de Dios y algunos policías (no por el Ejército, como algún despistado crítico ha dicho por ahí), dejando una estela de consecuencia y altura moral que la gran mayoría de intelec­tuales ni siquiera se atreverían a soñar.

La película es a la vez el viaje de Ariarca Otero, la sobrina nie­ta del poeta guerrillero, joven artista plástica que a través de una serie de entrevistas y re­corridos recoge información sobre Javier Heraud, la cual se va desplegando como piezas de un collage de aristas sim­bólicas y legendarias. Como en toda obra de arte, el poder de conmoción de ese desarrollo narrativo se logra por la fran­queza afectiva de algunas de las entrevistas y por la elabora­ción de la figura de Heraud que oscila entre los rasgos propia­mente humanos (su humor su ingenio, su bondad) y aque­llos que lo elevan del común a través de la entrega plena a un proyecto revolucionario. Tenemos así la configuración audiovisual de un héroe, lo cual en última instancia jus­tifica la propia cinta.

Hay otros aspectos que con­sidero corregibles, como la extensión de un par de entre­vistas, y cierta repetitividad de la banda sonora. Esto quizá ha llevado a algunos reseñistas a hablar de la lentitud de la cin­ta, la cual, sin embargo, no im­pide que lleguemos al minuto final (la película dura 1:40 h) con la sensación de haber pre­senciado una vida corta pero extraordinaria, capaz de devol­vernos la esperanza en el Perú y la dignidad en nuestras vidas.

Heraud se confirma, así, como una figura clásica en nuestras letras y nuestra historia. Pronto se estrenará también La pasión de Javier, el poeta guerrillero, largome­traje de ficción de Eduardo Guillot, y se abrirá una ex­posición sobre el poeta en la Casa de la Literatura Perua­na. Ambos acontecimientos confirman la importancia de esa construcción cultural lo­grada en el documental de Corcuera, que recomenda­mos ver para aliviarnos de todo el bombardeo de me­diocridad audiovisual que llueve en nuestros cines y televisión.

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