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OPINIÓN | Jorge Solís Espinoza: La fractura entre la economía real y la economía formal

No te pierdas la columna de Jorge Solís Espinoza
18-02-2022

Existe un abismo profundo entre la economía real y la economía formal; técnicamente micro y macro economía, manejan variables que no permiten visibilizar la economía real de la gente, esta es la visión de los sofistas que manejan el Estado; y, cuando se refieren al sector informal se lamentan de su existencia; son muy comunes frases como esta: “desgraciadamente en el país existe mucha informalidad”; a despecho , de esas mentes febriles; afirmo que la informalidad es una variable de la economía real.

Es un “milagro” que en un país con graves fracturas estructurales sempiternas; realidad que se desnudó nuevamente ante el mundo y fue motivo de estudio de la academia, por los sucesos de Uchuraccay (1983); a decir, del laureado escritor Mario Vargas Llosa, que encabezó la comisión nombrada por el presidente Belaunde para investigar el caso: “Hay dos Perú, uno oficial y el otro profundo...separados en el tiempo y el espacio...el que haya un país real completamente separado del país oficial es, por supuesto el gran problema peruano”. Fe de errata, esta nota no pretende hacer apología de la informalidad; más bien ubicarla en un contexto que explica el fenómeno económico como base subyacente de la economía.

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Si queremos hacer historiografía; debemos señalar que el fenómeno más notorio que de suyo es ancestral; se remonta a los años 40 del siglo pasado, con la migración masiva del campo a las ciudades, fundamentalmente a Lima; aconteciendo la oleada más dramática en los años 80, por el éxodo que causó el terrorismo; cuando no, por el sueño de mejores oportunidades; tal es así, que según estudios del proceso migratorio interno del INEI, Lima de 800 mil habitantes en 1940, pasó a tener en la actualidad más de 11 millones de habitantes, así se formaron los llamados “cinturones de miseria”, que la crisis sanitaria ha vuelto a desnudar; entonces, aquí surge la paradoja, cómo se explica entonces, que a contracorriente, los niveles de pobreza y extrema pobreza se hayan reducido significativamente.

En efecto, en un horizonte de 20 años advertimos lo siguiente: en 1997 la población pobre era de 37.4%, al cierre del 2018 es de 20.5%; los pobres extremos representaban el 15.9%, al cierre del 2018 el 2.8%. Que ocurrió, donde está el milagro, si tenemos un atraso de 30 años en infraestructura y sistema sanitario, educativo, vial, etc.; y, las bondades del crecimiento macroeconómico no han chorreado a los más y menos ha generado desarrollo en términos de productividad, empleo, bienestar social y mejor calidad de vida de los peruanos.

En lo que se refiere al empleo, el Estado provee el 10% de la PEA ocupada, las grandes empresas, consorcios y trust el 30% y las MYPYMES el 60%; siendo que, el 90% de las MYPES son informales ¡ahí está la respuesta!: Este sector pujante de emprendedores es el gran soporte de la economía, ha suplido las carencias de un Estado extractivo, excluyente y corrupto, que no ha generado los incentivos para fomentar empleo, Amén de ello, el brazo financiero que las sostiene son las microfinancieras, que las acompañan en su proceso de crecimiento y formalización, generando un círculo virtuoso; pero para impactar más en ese tránsito a la formalización, se requiere de políticas inclusivas y no excluyentes; leyes acertadas y no pretendidos legicidios que se impulsan políticamente avasallando toda razón y lógica

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