"No queremos que nadie más muera": Niño conmovió a Jerí en campamento de damnificados por incendio en SJM
Durante su recorrido por el campamento de familias damnificadas del incendio en Pamplona Alta, el presidente José Jerí escuchó un mensaje que paralizó a todos los presentes. Un niño, con voz temblorosa, le dijo: "Por favor, que no muera nadie más, ni una persona ni personas malas que tengan pistola y maten a personas".
El testimonio, breve pero profundo, reflejó el temor cotidiano que viven los menores en zonas vulnerables. A su alrededor, decenas de niños se acercaban curiosos a saludar al mandatario, preguntando si realmente era el nuevo jefe de Estado y pidiéndole fotografías.
El propio Jerí respondió de forma cercana, intentando tranquilizarlos, pero la frase del menor evidenció el miedo y la inseguridad que acompañan a las familias afectadas, no solo por el fuego que destruyó sus viviendas, sino por la violencia que los rodea cada día.
El compromiso presidencial ante la emergencia
La visita del mandatario se desarrolló sobre el terreno calcinado donde antes se levantaban las casas. Las carpas improvisadas, levantadas por los damnificados con ayuda del Estado y la solidaridad ciudadana, se convirtieron en el escenario del recorrido presidencial.
Durante la jornada, José Jerí entregó víveres, colchones y ropa, reiterando el compromiso de su gobierno para atender las necesidades más urgentes. "Vamos a seguir viniendo", aseguró el presidente, prometiendo regresar las veces que sea necesario para acompañar a quienes lo perdieron todo.
Junto a él estuvo la congresista y vocera de Somos Perú, Ana Zegarra, quien participó en la entrega de ayuda humanitaria. Los damnificados aprovecharon la presencia del jefe de Estado para expresar sus reclamos y esperanzas. "Señor presidente, no nos defraude", pidió una representante de la familia González Rodríguez, arrancando aplausos entre los presentes.
Una tragedia que revela la vulnerabilidad social
El incendio, que arrastró cerca de 100 viviendas y dejó a cientos de personas expuestas a la intemperie, volvió a poner en evidencia la fragilidad de las zonas marginales de Lima. Las familias, que hoy duermen en carpas sobre el suelo quemado, ven cómo años de esfuerzo se redujeron a cenizas en minutos.
El siniestro no solo dejó pérdidas materiales, sino también una profunda sensación de desolación e incertidumbre. Entre los damnificados hay niños, adultos mayores y madres de familia que ahora dependen completamente del apoyo estatal y de la solidaridad ciudadana.
Esta tragedia reabre el debate sobre la necesidad de políticas públicas sostenibles que protejan a las comunidades en riesgo y fortalezcan la seguridad ciudadana. Las autoridades enfrentan el reto no solo de asistir en la emergencia, sino de prevenir nuevas catástrofes y garantizar una vida digna a quienes más lo necesitan.