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OPINIÓN | Julio Schiappa: "Awajún sin wifi"

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15/01/2020 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

Un grupo de líderes de la etnia Awajún visita Lima en estos días, en un peregrinaje por ministerios y dependencias públicas para poner sobre el tapete una parte de la agenda desconocida del país y del próximo Congreso. La agenda de los que no tienen luz, ni internet, a los que matan las mordeduras de murciélagos o epidemias que se curan en todos los rincones del mundo. Olvidados de los olvidados.

Me toca conversar con varios de estos líderes y es una experiencia única. Empezando por sus nombres Juwau Yampitsa, Juwau Sejekam, Yampitsa Yahuag, precedidos por un nombre en español. Varios hablan mascado español y expresan sus emociones más sentidas en un lenguaje que tiene algo del hermoso silbido de los bosques y el enredo fonético y lógico del Aymara y el Japonés.

Usan frenéticamente sus celulares para comunicarse con primos, hermanos y conocidos, aprovechando que están en Lima, porque en la zona donde habitan, al pie de la Cordillera del Cóndor, no hay wifi ni internet.

La más estremecedora de sus peticiones fue la solicitud de ayuda del Estado para conjurar una epidemia de suicidios de adolescentes y jóvenes que ha cobrado 26 vidas. Un APU, de mirada triste y algo perdida, me cuenta que su hijita de 12 años había muerto por mano propia después de una discusión familiar. La niña había sido violada a los 8 años y, poco antes de suicidarse, había sido sometida a tocamientos indebidos por parte de un maestro. Poco después que su padre le reconviniera por tener amistades que él juzgaba inconvenientes, la niña se suicidó. Cuando le pregunté cómo había ejecutado su acto final, su respuesta fue terrible: “se mató bebiendo detergente”. Otros suicidas beben lejía. Una agonía terrible de varias horas, empujada por desajustes psicológicos, generacionales y de conducta que reflejan una sociedad tradicional sacudida por el cambio, que la educación convencional no sabe atender. Una expresión extrema del abandono real en que vive este sector de peruanos.

Cuando pregunté por diversos temas relacionados a la educación, recibí sucesivos bombazos en el cerebro y el corazón. Los Awajún saben que sus hijos, sin computadoras ni internet, no tienen la mínima oportunidad de competir para llegar a la universidad. Solo un puñado de sus jóvenes han logrado entrar a Beca 18, pero solo a estudios técnicos y ninguno para universidades del exterior. Menos de 200 jóvenes de la etnia estudian en la Universidad Nacional de Amazonas en Chachapoyas, muchos con grandes dificultades académicas y con alta tasa de deserción. Ese grupo, estratégico para generar líderes para el desarrollo de su nación, no tiene un tratamiento especial de las autoridades educativas ni regionales.

Otra dificultad enorme es el traslado de los profesores a sus sedes educativas. A pie, en peque-peque, llegar a muchas escuelas toma varios días y tiene un alto costo económico. Cuando los profesores se van a cobrar a las oficinas de las UGEL, pueden pasar varios días antes de que se reinicien las clases. La educación intercultural bilingüe, existente hace años en varias zonas indígenas, como Junín, tiene un obstáculo insoluble: ningún profesor Awajún reúne los requisitos académicos y de tiempo de servicios para ser nombrado Ddirector de la Unidad de Gestión Educativa Intercultural. El sistema no contempla un proceso de capacitación de líderes educativos, o de promoción de buenos estudiantes de la etnia, situación que expresa un abandono lamentable por parte de la Región Amazonas.