23/06/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
La reunión de los poemas de una escritora es algo que siempre me va a alegrar. Y en este caso mucho más, pues se trata de una poeta nacida en 1949 que tan solo vivió poco más de veinte años al optar en 1972 por cortar su breve existencia. Estoy hablando de María Emilia Cornejo, de quien el joven estudioso Pedro Casusol acaba de publicar Soy la muchacha mala de la historia (Lima, Paracaídas), destacando el verso más famoso de la autora, conocido tras su muerte, en 1973, junto con otros dos poemas más del mismo tono erótico, en la revista de poesía Eros. El volumen de M. E. Cornejo contiene una vasta selección de su poesía, con notas y un ensayo introductorio de Casusol.
El mismo año de 1973, el destacado crítico Alberto Escobar incluyó dos de esos poemas en el segundo tomo de su importante antología de poesía peruana, dando inicio oficial a la leyenda. Prácticamente todas las poetas que aparecieron a continuación en el país la tomaron como su precursora, hasta que a inicios de este milenio José Rosas Ribeyro, poeta y amigo de Cornejo, declaró que esos poemas habían sido “construidos” por él y Elqui Burgos a pedido de sus maestros sanmarquinos Marco Martos e Hildebrando Pérez. ¿Qué cabía pensar? ¿Los poemas habitan en sus palabras o en lo que dicen a través de ellas, en sus formas, ritmos y repeticiones?
En medio del dilema, obró el milagro. Desde el infinito, María Emilia Cornejo nos devolvía dos de esos tres poemas en lo que se ha denominado su Cuaderno de francés. Como cuenta Casusol en una entrevista, en un homenaje a Cornejo celebrado hace muy pocos años en la Casa de la Literatura Peruana gracias al poeta Diego Lazarte, se pudo entregar a la familia dicho Cuaderno que por más de cuarenta años poseyó celosamente su amiga Charo Arroyo, y fue así que Casusol pudo hallar y publicar los originales de “Tímida y avergonzada” y “Como tú lo estableciste”. Pero Casusol además preguntó a Rosas Ribeyro, en testimonio incluido en su estudio introductorio, sobre su parecer tras este descubrimiento: “Lo que yo sostengo es que los poemas no son palabras unas detrás de otras, sino también una arquitectura. Nosotros hemos dado la construcción. Los versos son de ella”, sentenció el poeta (p. 39).
Es decir, queda aún sin definir cuál era la versión original del tercer poema, el famoso “Soy la muchacha mala de la historia”, pues la que se conoce y circula hoy es, según Rosas Ribeyro, producto de una reconstrucción, una edición, como se diría en lenguaje crítico, del manuscrito original. Para recordar, aquí el texto: “soy/ la muchacha mala de la historia,/ la que fornicó con tres hombres/ y le sacó cuernos a su marido./ soy la mujer/ que lo engañó cotidianamente/ por un miserable plato de lentejas,/ la que le quitó lentamente su ropaje de bondad/ hasta convertirlo en una piedra/ negra y estéril,/ soy la mujer que lo castró/ con infinitos gestos de ternura/ y gemidos falsos en la cama.// soy/ la muchacha mala de la historia”.
Como se ve, es un texto que cabe completamente dentro de un estilo conversacional, con palabras simples, pero mensaje poderoso, que reivindica una actitud femenina contra el orden patriarcal. Qué importa que Rosas Ribeyro y Elqui Burgos hayan “metido la mano” y lo hayan “arreglado” un poco, dejándolo redondo. Lo que importa es que ha dado inicio a toda una tradición posterior de poesía liberadora, aunque -también hay que decirlo- esta no siempre haya trascendido su lenguaje.