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OPINIÓN | Rubén Quiroz Ávila: "Luz de cristales en la roca, Manuel Pantigoso"

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11/02/2020 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

Pantigoso es un humanista. Es decir, un creyente de que las artes y las letras le dan sentido a la vida. Y que todas las acciones que llevemos a cabo deben estar empujadas por un inmenso amor a la humanidad. De esa manera, sus poemas y ensayos reconocen al prójimo como una frontera de todo lo que se reflexione y poetice. Así lo conocí: generoso, conversador, preocupado por luchar en espacios culturales. Además, consciente de que la degradación del mundo cada vez tiene a las letras empujadas a ser apenas un esfuerzo agónico. Es por ello que cada zona cultural es una oportunidad para resistir con toda la buena voluntad quijotesca pero también con pragmatismo.

Manolo como poeta ha trabajado el verso describiendo el optimismo que guarda aún para los seres humanos. La vida, en realidad, es un trecho para aprender y conocer al otro. Si comprendemos que la razón principal de la existencia es entender que cualquier individuo es también nuestro hermano planetario. La fraternidad es lo que mueve las cosas, según este dedicado cultivador de la palabra total y totalizante. Y lo demuestra en este sincrético libro de teatro poético ilustrado por Jesús Ruiz Durán. Aquí intenta confluir varias formas de entender la cultura peruana. Es poesía fluyendo entre coreutas rodeados de proyecciones y luces. El sentido operático de su libro, donde la matriz andina, lleno de fuerzas telúricas esta alianza con el dios cristiano, pero ya no combaten, sino han establecido diversos vasos comunicantes para más bien demostrar que son lo mismo, aunque con diversos nombres. El haravicu aparece con todo su poder poético y totalizante: “el misterio es el río de la vida su memoria/ ¿palimpsesto palingenesia palíndromo? /huellas son regeneración recojo de los pasos/” (p. 53). Como una puesta de escena mágica, bordada de intervenciones performáticas, y voces en quechua que van atravesando ese encuentro de memorias culturales.

Este poeta, con toda su experiencia minuciosa, con la fortaleza de seguir escribiendo como ofrenda permanente, ha logrado un testamento inolvidable y profundo sobre el valor de la poesía: “carece de nombre ese río/que yéndose se queda/nada más en el Poema/en la caverna donde rebota/y a sus orillas manso se devuelve/ (la marea está en el hombre que navega)/ (...) largo el puente al otro lado/al otro Río sideral que acompaña/las aguas limpias del barro prometido/” (p. 57).