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¿Quién vive a quién?

A propósito de la película coreana 'Parasite' de Bong Joon-ho

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Cult Nota 1 051219

05/12/2019 / Exitosa Noticias / Cultural / Actualizado al 09/01/2023

Ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, la obra del destacado director de cine coreano Bong Joon-ho 'Parasite' ha tenido muchos comentarios elogiosos.

A pesar del consenso respecto de que estamos ante una buena película, como suele ocurrir, no todos hemos visto la misma historia. La discrepancia surge respecto de a quién califica como parasito el filme.

Una sencilla definición de parasito habla de un organismo que vive a costa de otro. El parásito, que puede ser animal o vegetal, se alimenta del otro ser, debilitándolo aunque, por lo general, sin llegar a matarlo -obvio, pues sería suicida-. Entendida esta definición, podemos preguntar sobre el filme de Bong Joon-ho ¿Quién se alimenta de quién? o, como decimos los peruanos, ¿quién vive a quién?

No es sencillo responder a esta pregunta, sobre todo si nuestra interpretación se nutre del discurso que hace responsables a los pobres de su pobreza. Como si ante la disyuntiva triunfo o fracaso, alguien eligiera con entusiasmo joderse. Pero antes hagamos algo de spoiler, repasemos la historia.

La cinta cuenta la vida de una familia surcoreana conformada por mamá, papá, hija e hijo. Desde el imaginario de la familia perfecta no les falta nada, aunque les falte dinero. Pero la pobreza ha condenado a la familia a vivir en la precariedad de un sótano. La cinta la muestra doblando cajas de pizza para sobrevivir, es decir, con un trabajo típico del tercer y cuarto mundo. Tienen celulares pero deben colgarse de las redes de los vecinos. La falta de recursos coloca a la familia en la situación de ganarse los frejoles como se pueda. Algunos peruanos conocemos de sobra esto.

La posibilidad de salvarse aparece cuando un amigo del hijo le deja su chamba como profesor particular de una adolescente rica. Con la rapidez y astucia que trae consigo la necesidad, le basta conversar con la señora de casa para entender que su hermana, papá y mamá también tienen una oportunidad en su nuevo lugar de trabajo. Todos juntos idean un plan para ocupar los puestos de profesora de arte, ama de llaves y chofer. Lo planeado tiene éxito. Y podemos inclinarnos a pensar que cual parásitos la familia pobre vivirá de la rica.

Sin embargo, esta apresurada conclusión puede ser cuestionada si advertimos que los ricos disfrutan de una condición que parece haberles caído del cielo. Todo lo tienen y en ningún momento nos enteramos cómo lo han conseguido. La dueña de casa se muestra ingenua y crédula, pero disfruta su condición privilegiada con gélida naturalidad. El patrón, del que nunca llegamos a saber qué hace para vivir como vive, muestra algo de su ser en dos reveladores momentos: primero, cuando dice que le gustan los empleados que no cruzan la línea que separa a ricos de pobres y, luego, cuando con olfato de clase percibe el hedor de la pobreza, cualidad que su pequeño hijo le ha heredado. Si logramos ver estas características de los patrones, no será difícil concluir quiénes son los verdaderos parásitos.

Carlos Castro Morales