OPINIÓN | Borka Sattler: 33 Variaciones entre alegría y dolor

Una obra teatral de intensidad superlativa, que en momentos arranca risas, de contento, más en otros, arañazos en la mente, hasta producir lágrimas y nos deja pensando en la vida y en la muerte y en el afán del artista creador en perdurar.

33 Variaciones, de Moisés Kaufman, escrita por ese joven estadounidense nacido en Venezuela, dramaturgo y director teatral, que ha recibido muchos premios importantes por las obras que ha dirigido en Broadway, se presentó en nuestra Lima en el teatro de la PUCP.

Dirigida magistralmente por Marco Mühletaler Maggiolo y Luis Tuesta, y representada por excelentes actores peruanos. Esta obra de arte nos conduce a una aventura de incógnitas de lo que vendrá cuando dejemos esta vida.

Del teatro salimos con una sonrisa en los labios y con los ojos llenos de humedad. De la boca no salían palabras, solo pensamientos invadían el alma.

En 33 Variaciones el asunto tiene dos temas, quizá tres, pues la música que sale del piano de cola que ejecuta Silvia Valdivia, una joven concertista, es como el entendimiento y compresión de esos pentagramas que son el punto principal de la trama. Temas en paralelo que se conjugan en el tiempo, con la capacidad del autor.

Viena, 1819. Ludwig van Beethoven (Roberto Moll) recibe el pedido de Anton Diabelli (Ricardo Velásquez), editor y promotor de músicos de la época, que había compuesto un vals, para que ese genio de la música le haga una variación. Anton Schindler (Gustavo Meyer), adjunto y secretario del maestro y su biógrafo, no estuvo de acuerdo, Beethoven tenía otras obligaciones en las postrimerías de su vida y el silencio que le tocó vivir. Pero al final no fue una variación de aquel vals, fueron treinta y tres.

Nueva York, 1919. Katherine Brandt (Martha Figueroa), musicóloga y estudiosa de la obra del maestro, quiere descifrar el misterio del porqué a ese genio de la música le fue tan importante ese simple vals compuesto en una taberna. Ella, con una grave enfermedad a cuestas, que la alejaba de la existencia, con el amor de su hija Clara (Patricia Romero) y el enfermero Mike Clark (Óscar Meza), novio de Clara, logra su voluntad al resolver su investigación. Además, es importante la amistad con la doctora Gertude Ladenburger (Grapa Paola), quien la hace reaccionar y encontrar lo que buscaba, para terminar lo que era para ella la intención e ilusión de su vida.

La ambientación es perfecta, con una escenografía precisa que cobija sentimientos. No se puede querer más. Quisiera pedir la reposición de esta obra en ese tan digno espacio que llena de cultura nuestra comunidad.