12/09/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
El artista creador, consciente de su trabajo y de su emoción plástica, hace de su vida una ebullición de sentimientos por su genialidad. Hay artistas, maestros de los pinceles que son instrumentos de su comunicación, que se recluyen en ellos mismos para la expresión. Pero hay otros que hacen de su vida un mosaico inagotable de formas, colores y figuras que iluminan pensamientos y su obra traspasa ideas y conceptos, vivencias, realidades y experiencias que la definen como humana y demoniaca, cotidiana e irreal. Fibras de un espíritu al rojo vivo que se crispa por la emoción de crear.
Este es el caso de José Tola (Lima, 1943-2019), quien nos acaba de dejar hace muy pocos días. Esto lo digo en lo material, pues su alma coqueta y bandida seguirá entre nosotros como el gran maestro de la plástica que se va a destiempo a la otra dimensión.
Tola ha marcado una pauta en el arte en el Perú, y las generaciones actuales y venideras lo seguirán. Su obra es una herencia que nunca se quebrará, pues lleva los gritos de pinceladas que mostraban su interior. A veces figuras de demonios animalescos, otras reales y llenas de humanidad. Parangón entre lo que somos y lo que se arrastra de otras vidas.
Dentro del expresionismo, José Tola apostó por dejar su esencia al aire sin tapujos o barreras en su vertiente emocional. No se ha perdido a un artista, se ha quedado aquí con su obra genial. Él es un ganador de la existencia.
Duelo para su familia y sus amigos, duelo para los artistas que lo admirábamos, pero no duelo para la plástica en el Perú, pues aquí se quedará.
