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OPINIÓN | Edwin Sarmiento: Cosas de la vida

Justo Linares siempre es justo con todos y lo es más cuando habla del extraordinario periodista, Humberto 'Chivo' Castillo.

JUSTO
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23/08/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

La mañana en la Tertulia del Chivo estuvo dedicada a escuchar a Justo Linares. Él suele hablar en voz baja, casi para él mismo. Lo hace con extremada candorosidad. Justo siempre es justo con todos y lo es más cuando habla del extraordinario periodista, Humberto 'Chivo' Castillo. El más grande reportero vivo que hemos tenido en el Perú, desde los años 50 del siglo XX. Justo Linares se explaya. Los periodistas de la Tertulia callamos. Y escuchamos su relato sobre el 'Chivo', cuyo apelativo sirvió para darle el nombre a este cenáculo de periodistas que se reúnen, semanalmente, en un MacDonalds de Miraflores. Se produce un largo silencio y Justo empieza: Humberto quiso ser abogado, ingresó a la Universidad Nacional de Trujillo, con ese propósito, pero desde el primer año, el periodismo se lo ganó lejos. Y fue Alfonso Grados Bertorini, entonces, mandamás del diario La Prensa de Lima, quien terminó por seducirlo por complejo nombrándolo corresponsal de ese diario en Trujillo. El 'Chivo' Castillo siempre recordaría esa etapa de su vida: el personal a mi cargo era un redactor y un fotógrafo. Salíamos en la moto de este a la que le pusimos el logotipo del diario, decía. Justo se detiene de cuando en cuando para atrapar sus ideas y vuelve a contar: el 'Chivo' no necesita papel para tomar apuntes. Sus ojos eran suficientes. Clavaba la mirada allí donde estaba la noticia, la fotografiaba, la almacenaba en la memoria y al retornar al diario, le bastaba sentarse 15 minutos para escribir el más delicioso reportaje que usted pueda imaginar, que se publicaba con gran despliegue, con titular de portada incluido. Siempre fue un fenómeno, señala Justo y todos asentimos con la cabeza. Es cierto. Nadie podrá igualar a este reportero que escribía a la velocidad de un rayo. Y escribía con los diez dedos, además.

Dice Justo que el 'Chivo' aprendió mecanografía en una notaría de Trujillo, al verse forzado a conseguir su primer empleo, luego de salir del colegio. Su padre era profesor y su madre cosía vestidos, porque el dinero no alcanzaba para la familia. Y el joven Castillo habría de asumir, desde muy temprano, la tarea de apoyar a sus padres. Inquieto y muy inteligente, el reportero habría de surgir, rápidamente, en el apasionante mundo del periodismo. De corresponsal en Trujillo, fue trasladado como redactor a Lima, ganándose el aprecio y respeto de sus compañeros en La Prensa. Y la admiración de Justo creció cuando viajaron juntos al Brasil, integrando la comitiva de periodistas que acompañaban al presidente Prado. Justo sigue su relato: ambos permanecían juntos, compartían la habitación del hotel y habían recorrido la noche anterior las boites de Río de Janeiro. Se habían divertido al lado de mujeres muy bellas. Lo que no imaginó Justo es que el 'Chivo' le había sacado la vuelta enviando a Lima una exclusiva al diario La Prensa, sin que nadie se percate. Había entrevistado al entonces prominente político norteamericano, Eduard Kennedy. Cuando salió la primicia mundial, las agencias de noticias, especialmente norteamericanas, querían conocer al periodista que había logrado tal hazaña. Cuando apenas se habían recogido a las cinco de la mañana, el teléfono no dejó de sonar. Justo levantó una y otra vez y todos buscaban al 'Chivo'. Hasta que Jorge Larrea de La Crónica se presentó al hotel y le preguntó si el 'Chivo' no le había comentado nada. “No dijo nadita”, dice que respondió Justo. “¡Eso es ser gran periodista! Antes que nada, guardar su primicia”, respondió Larrea a modo de reconocimiento, mientras el reportero dormía plácidamente.