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OPINIÓN | Carlos Jaico: Al maestro con cariño

¿Qué nos ha llevado a tener hoy este grado de incivilidad en que un alumno o alumna, cruce el umbral del respeto y humille al maestro?

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22/08/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

Causa indignación ver una maestra humillada por dos de sus alumnos en su aula en el Callao o un maestro ser amenazado por su alumno con una pistola en Ate. Quienes superan los cuarenta años de vida, pudieron ver que sus maestros gozaban de respeto y autoridad, otorgados por la sociedad y los padres de familia.

¿Qué nos ha llevado a tener hoy este grado de incivilidad en que un alumno o alumna, cruce el umbral del respeto y humille al maestro?

Una explicación sería la certeza que sus actos no tienen consecuencia alguna, al no existir el reproche moral ni menos penal. Así, maltratar, insultar, burlarse, empujar o simplemente ignorar al maestro se han vuelto conductas banales. ¿Basta dar una disculpa al maestro como “acción reparadora”? Muy poco, porque solo se estaría reforzando la incivilidad del alumno dejando de lado los derechos de los alumnos que sí respetan a sus maestros.

Cabe recalcar que en su desempeño, el maestro debe hacer frente a problemas sociales y disfunciones familiares. Este rol suplementario lo aparta de su tarea pedagógica aumentando su carga laboral. Es así que en una hora de tutoría debe improvisarse psicólogo, criminólogo (en caso de consumo de drogas o bandas), pediatra o trabajador social. Así las cosas, olvidamos como sociedad que el maestro instruye, y que son los padres de familia quienes educan.

Precisamente, convendría también ver el rol de los padres de familia, quienes deben asumir la responsabilidad por los actos de sus hijos. Algunos por falta de tiempo, obligaciones laborales u otras fracturas sociales han abandonado su educación. Es aquí donde las escuelas de padres vendrían a colmar los espacios donde depuren comportamientos incorrectos en la formación de sus hijos e hijas.

Y mientras esto sucede, es en medio de reglamentos y oficios contradictorios que los maestros ven su convicción y motivación decrecer. Sin ser apoyados, los maestros deben superar el desgaste mental, emocional y físico, viviendo en silencio el temor a que un gesto o palabra mal ubicados los lleven a ser denunciados. Esto no sorprende, al ver que nuestros maestros funcionan en un marco legal cuyo énfasis va más a los derechos del alumno, sin priorizar sus deberes. Es así que de los 252 artículos del Código de los Niños y Adolescentes, solo el artículo 24 habla de los deberes.

Allí sería conveniente mencionar y recalcar el deber de respetar a sus maestros. Porque, como decía Jorge Basadre, no habrá reforma educativa que valga al margen del maestro.