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OPINIÓN | Eduardo González Viaña: "La manera de ser humanos"

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19/02/2020 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

Al comienzo de su taimado gobierno, Ollanta Humala metió la pata. En una declaración pública, dio a entender que estaba dispuesto a conceder el indulto a Alberto Fujimori. Es obvio que buscaba obtener alguna tregua de este y, a la vez, el beneplácito de los sectores del dinero a quienes intentaba cortejar.

Se equivocó de plano. Sus declaraciones ocasionaron un apoyo muy tibio y un rechazo masivo.

Optó por arreglar el entuerto dejándolo para más tarde. Y, por eso, en momentos en que el preso salía a bendecirlo, Humala le arrojó en la cara su primera condición: si AF quería ser indultado, tenía que escribir una petición.

El hombre del cuartel Barbadillo cumplió con ese requisito. Entonces, Palacio le informó que tenían que pasar un número de meses para que una decisión fuera tomada. Mientras tanto, Humala consultaba con su almohada y con su consorte, y día tras día cambiaba de opinión.

Por su parte, Fujimori despertaba cada día con una esperanza y se acostaba con una frustración. En cualquier país del mundo, eso se llama tortura, y al que la ejecuta, se le denomina cobarde y perverso.

No importa quién fuera la víctima, (en este caso, un culpable de delitos de lesa humanidad), darle una esperanza y luego echarle agua fría era tortura.

Hay en el país varias organizaciones de defensa de los derechos humanos, pero ninguna protestó.

Tampoco protestaron las ONG cuando el Congreso aprobó leyes de muerte civil contra los participantes en la guerra interna del siglo pasado. Eso es una aberración y está en contra de la Constitución y las leyes. Es una condena después de la condena, toda vez que los culpables habían cumplido ya sus penas. Establecer otras ahora y cerrar para ellos el derecho al trabajo es también perverso y cobarde.

¿Y en nuestros días? Cuando poderosas empresas de telecomunicaciones intentan cerrar canales de expresión, ¿qué es eso sino una agresión contra nuestro derecho a la palabra? Y en este caso, ¿no es un derecho humano que defender?

Los derechos de unos como de los otros, aunque unos y otros sean diferentes, tienen que ser defendidos.

José María Barreto, el diplomático peruano que salvó centenares de vidas, nos lo enseña. Quienes marchaban hacia el crematorio eran judíos, y no cristianos como él cuyo amigo más cercano se llamaba Pío XII. Eran humanos, y había que optar por ellos. Es la única manera de ser de verdad humanos.