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OPINIÓN | Edwin Sarmiento: Cosas de la vida

Ernesto Cardenal luchaba en Nicaragua contra un dictador, mientras aquí gobernaba Morales Bermúdez, quien echó a perder lo poco que había avanzado el Perú.

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08/02/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

¿Qué será del poeta Ernesto Cardenal? Sé que está muy anciano, en algún lugar de Nicaragua, su querido país. ¿O quizás ya murió? Uno nunca sabe. Y no sé por qué extrañas razones se vino a mi memoria ese andar cansino que exhibió la tarde en que me despedí de él. Ni me lo puedo explicar. Solo sé que admiré su poesía con parecida pasión con la que conquisté a una joven enamorada en la universidad más antigua de América. Utilicé uno de sus epigramas, sin saber quién era el autor. Y me ligó. “Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña./ Los he escrito sencillos para que tú los entiendas./ Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,/ un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica...// Y si el amor que los dictó, tú también lo desprecias,/ otras soñarán con este amor que no fue para ellas.// Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,/ (escritos para conquistarte a ti) despiertan/ en otras parejas enamoradas que los lean/ los besos que en ti no despertó el poeta”.

El poeta Cardenal es un sacerdote nicaragüense y fue un revolucionario a carta cabal. Participó en jornadas de lucha en su país con el Frente Sandinista de Liberación Nacional hasta que cayó el dictador Anastasio Somoza para alegría de todos y en todas las latitudes. Gobernaba, entonces en el Perú, el general Morales Bermúdez, el mismo que traicionó al general Juan Velasco Alvarado para desandar lo poco que se había avanzado en el Perú. El Frente Sandinista de Liberación Nacional que lideró el comandante Tomás Borge, provocó la admiración de la muchachada de mi época. Allí fue que luchó el poeta Cardenal, quien era también sacerdote, teólogo, escritor, traductor, escultor y, por si ello fuera poco, revolucionario a carta cabal. Y nosotros por acá, salíamos de una experiencia interesante del gobierno militar, en su primera fase.

Despechado por mi derrota, le escribí, en mi hora final, a Aurorita: “Al perderte yo a ti,/ tú y yo hemos perdido:// yo, porque tú eras lo que yo más amaba,/ y tú, porque yo era/ el que te amaba más. //pero de nosotros dos,/ tú pierdes más que yo:// porque yo podré/ amar a otras como te amaba a ti, /pero a ti nadie te amará/ como te amaba yo. //Muchachas que algún día/ leáis emocionadas estos versos// Y soñéis con un poeta// Sabed que yo los hice/ para una como vosotras/ y que fue en vano”. Enterada, tiempo después, que los versos le pertenecían a Cardenal, me volvió a abandonar. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.