
06/09/2025 / Exitosa Noticias / Mundo / Actualizado al 06/09/2025
En menos de un día, tres sismos volvieron a golpear la provincia de Kunar, en el este de Afganistán, generando pánico entre la población y provocando nuevas evacuaciones en aldeas ya devastadas por la catástrofe del 31 de agosto.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el movimiento más reciente alcanzó una magnitud de 5.2 y ocurrió la noche del viernes, tras un primer registro de 4.5 grados. Horas antes, otro fuerte sismo de 5.6 grados había sacudido la región, sumando incertidumbre y temor a miles de familias.
El impacto psicológico es evidente. Los habitantes, temiendo que las viviendas dañadas se desplomen en cualquier momento, optan por abandonar sus hogares en busca de seguridad.
Solo en el movimiento telúrico del jueves, se calcula que más de 85,000 personas estuvieron expuestas a sacudidas intensas, lo que refleja la magnitud de la emergencia en curso.
Un país aún marcado por la catástrofe inicial
Los recientes movimientos sísmicos se suman a los devastadores efectos del terremoto de magnitud 6.0 que golpeó el país el pasado 31 de agosto. Según cifras oficiales difundidas por el régimen talibán, 2,205 personas perdieron la vida, 3,604 resultaron heridas y alrededor de 6,700 viviendas quedaron destruidas en las provincias de Kunar, Nangarhar y Laghman.
La tragedia no solo dejó un saldo humano desgarrador, sino que además evidenció la fragilidad de la infraestructura afgana, especialmente en zonas montañosas y de difícil acceso.
A pesar de los esfuerzos iniciales, gran parte de la población sigue viviendo en condiciones precarias, sin acceso regular a agua potable, electricidad ni servicios médicos. La suma de nuevos sismos aumenta el riesgo de que las comunidades más afectadas queden totalmente incomunicadas.
Obstáculos para la respuesta humanitaria
La continuidad de la actividad sísmica ha puesto en jaque las labores de ayuda. Las organizaciones humanitarias enfrentan serias dificultades por los desprendimientos que bloquean carreteras y la destrucción parcial de rutas ya vulnerables. Estos obstáculos complican el traslado de alimentos, medicinas y refugios de emergencia a los damnificados.
El panorama es especialmente grave en un país donde casi la mitad de la población, es decir, 23 millones de personas, necesita ayuda humanitaria para sobrevivir. Afganistán ya atravesaba una de las peores crisis del mundo, marcada por la pobreza extrema, el desempleo y la inseguridad alimentaria, cuando los sismos profundizaron la emergencia.
La situación actual obliga a miles de familias a sobrevivir al aire libre, bajo temperaturas que comienzan a descender con la llegada del otoño. Mientras tanto, la comunidad internacional advierte que sin una respuesta urgente y sostenida, Afganistán podría enfrentar un nuevo colapso humanitario en las próximas semanas.